viernes, 13 de enero de 2012

HOCÓ COLORADO (Tigrisoma lineatum)

Ejemplar adulto
Mide 62 cm.
Dorso pardo con un leve barrado oscuro, poco visible; cabeza, cuello y lados del cuerpo rojizo; presenta una línea blanca que baja, desde la garganta hasta el pecho con un punteado negro discontinuo. Juvenil: barrado de oscuro y acanelado, todo bataraz; por lo general se ven más juveniles que adultos.
Se lo encuentra oculto entre la vegetación, a menudo inmóvil, con el pico apuntando hacia arriba, mimetizándose con el ambiente. Solo o en parejas, es muy pasivo y tiene gran confianza en su camuflaje.
 
Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Ejemplar juvenil

Habita lagunas y orillas de ríos con vegetación abundante, como juncos y espadañas. Suele buscar zonas de montes o arboledas tupidas para descansar en sus ramas.
Come todo animal que se encuentre en las lagunas como ranas, gusanos, peces y reptiles. Se queda inmóvil durante ratos largos hasta que una presa le pasa cerca y larga un picotazo veloz.

Foto de barlovetomagico - Flickr
Anida de manera solitaria, en las lagunas o en los árboles cercanos a ellas. Se trata de una plataforma de juncos o palitos en donde pone 2 ó 3 huevos de color celeste pálido con manchitas violáceas y rojizas. Los pichones permanecen en el nido y son alimentados por los padres hasta que completan su plumaje y aprenden a volar.






CHIFLÓN (Syrigma sibilatrix)

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Mide entre 53 y 58 cm.

Presenta una coloración general gris azulada en la parte dorsal sin considerar el cuello que es enteramente amarillento. La cara, desprovista de plumas, es celeste; el pico rosado y recto con ápice negro; la corona y largas plumas nucales son grises azuladas. En el pecho continúa el tono amarillento del cuello y las patas son negruzcas. Presenta dos subespecies.

No es muy gregaria. Se les ve en parejas, aunque existe documentación que se han visto grupos durmiendo en el mismo árbol. No suele frecuentar cursos de agua ni bañados siendo mas bien arborícora.

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr

Según se acerca la temporada de cría, varía de acuerdo a la localidad, la pareja realiza una serie de “danzas” que comienzan en el suelo. Pronto estas actividades se tornan aéreas. Dicen los que la han visto que son sorprendentes las acrobacias y maestría del vuelo de estas garzas. Durante este proceso emiten un sonido que se asemeja a un chiflido, del cual proviene el nombre dado en español.

Anidan solitarias (opuesto a en colonias o grupos dispersos) lejos del agua; las otras garzas diurnas usualmente anidan próximas a los ríos y otros cursos o depósitos de agua. El nido es rudimentario, como el de las otras garzas.

La nidada consiste de dos o cuatro huevos de color gris azulados con pintas. Es usual que se pierda la nidada debido a las tormentas. En tal caso, la pareja muchas veces vuelve a intentar. Se supone que sólo críen una vez al año.

Se alimenta de lagartijas, ranas e insectos. Caza caminando por el campo, cuando ve algo apetitivo se paraliza y lo observa hasta que se convence que es comestible, entonces lo atrapa. Claro, si el almuerzo se le trata de escapar la garza lo persigue aunque tenga que correrle atrás. Se le ha visto pinchando la tierra con el pico. Caza de día y duerme por la noche.

GARCITA BUEYERA (Bubulcus ibis)


Foto de Marj k - Flickr

Mide hasta 65 cm.
Como lo dice su nombre, es comun verla en el campo cerca de animales o sobre ellos.

Tiene el pico robusto y cuello relativamente corto y ancho, que suele tener encorvado. Los adultos fuera de la época de cría tienen el plumaje prácticamente blanco, con el pico amarillo y las patas amarillo grisáceas. Durante la época de apareamiento los adultos de la subespecie nominal desarrollan una coloración anaranjada en las plumas de la espalda, cuello y cresta. Y el pico, las patas y el iris se tornan rojos. Ambos sexos son de apariencia similar, pero los machos son algo más grandes y tienen las plumas nupciales ligeramente más largas que las hembras. Los juveniles carecen de las plumas anaranjadas y tienen el pico negro.

La posición de los ojos de la garcilla permite la visión binocular, útil para la caza, y los estudios fisiológicos sugieren que la visión de esta especie le permiten la actividad crepuscular o nocturnal. Está adaptada para alimentarse en tierra, y ha perdido la capacidad de sus parientes acuáticos de compensar el efecto de la refracción en el agua.

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Esta especie emite una llamada sorda y gutural que suena como rick-rack en las colonias de cría, pero se mantiene silenciosa el resto del tiempo.

A pesar de haberse alejado de la alimentación acuática, no lo ha hecho así con respecto a la reproducción. Por lo general anida en colonias que en algunos casos llegan a contar con miles de parejas. Prefieren anidar sobre árboles próximos o cerca de ríos y lagos. En muchos casos construyen los nidos en ramas que se extienden sobre el agua. La nidada consiste de uno a nueve huevos color celeste o azul verdoso pálido. La incubación toma de 21 a 25 días. Los pichones dejan el nido a los 45 días.

Foto de Roger Smith - Flickr
Después de los meses de cría se desplazan, volando largas distancias. No mantienen un patrón ni aparentemente persiguen una destinación específica durante este desplazamiento, vuelan en todas direcciones, aun sobre los mares. Este comportamiento eventualmente les permitió llegar a las Américas. Lograron la travesía sobre el océano Atlántico a fines del siglo XIX. En el Nuevo Mundo se han procreado de tal forma, que ya se encuentran en todas partes.







jueves, 12 de enero de 2012

GARZA MORA (Ardea cocoi)

Foto de Gustavo (lu7frb) Flicr

Hasta 75 cm.
Gris con corona, plumas nucales, lados del pecho y dos líneas en el cuello, negras. El pico y las patas son amarillos.
Durante el celo la base del pico y las patas se tornan rojizos, y la sección entre los ojos y el pico se vuelve azul.
Estas aves son sedentarias, aunque los pichones del año hay veces se desplazan a lugares remotos, se estima que los adultos no migren. Las encontramos pescando en la orilla de los ríos y estuarios de agua dulce y salobre.
Por lo general se les ven solas, o en parejas durante la temporada de cría.
La temporada de cría varía según la localidad. Al principio de la primavera se les ven construyendo los nidos.
Anidan solitarias y en colonias. El nido lo construyen de ramas sobre los árboles y arbustos. La nidada usual consiste de tres huevos color celeste con pintas blancas. La incubación toma de 24 a 26 días.


GARCITA BLANCA (Egretta thula)

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr

Mide hasta 60 cm.
El plumaje de un blanco puro de esta especie y las delicadas plumas que cuelgan de su cabeza, cuello y dorso, tienen justa fama por su belleza. Ambos sexos adquieren esta coloración al principio de la estación de cría, y erizan sus plumas para exhibirse en el nido. Fuera de esta temporada, es una garza pequeña blanca, de pico negro y pies amarillo brillante.

Se alimenta de peces, crustáceos, larvas, gusanos y otros pequeños animalitos. Esta garceta es una de las aves más ingeniosas cuando se trata de obtener su comida. A poca profundidad, en aguas transparentes, actúa con asombrosa picardía. Se para inmóvil a observar el fondo y da un pisotón haciendo que todo el barro del fondo se mueva para hacer salir a su presa. También se asocia con otras especies para pescar juntas.

La nidada consiste de uno a ocho huevos color azul verdoso pálido. La incubación toma de 20 a 24 días y es efectuada por los dos padres. Los pichones dejan el nido a los 45 días.

Otros nombres: garceta nivosa, garcita blanca, garza dedos dorados, garza chica o chusmita.

GARZA BLANCA (Ardea alba)

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Hasta 1 m de altura.
Además del tamaño, la garza blanca puede diferenciarse de otras garzas del mismo color por su pico amarillo y patas negras, aunque el pico puede tornarse más oscuro y las patas más claras en la estación de cría. En el plumaje de cría, delicadas plumas ornamentales salen de la espalda. Machos y hembras son idénticos en apariencia.

Entre las demostraciones de agresividad emite un gruñido que algunos autores describen como graznido.

Posee un vuelo lento, con el cuello retraído. Esto es característico de garzas y avetoros, y es lo que los distingue de cigüeñas, grullas, ibis y espátulas, que mantienen el cuello extendido al volar.

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr

La garza blanca es parcialmente migratoria; las aves del hemisferio norte provenientes de áreas de inviernos fríos se desplazan hacia el sur.
Esta garza pesca durante las horas del día, retornando al nido o percha al atardecer para dormir hasta el alba. Aunque si hay noche clara, es posible ver alguna trasnochando a la luz de la luna. Se alimenta en aguas poco profundas o hábitats más secos, alimentándose principalmente de peces, ranas, pequeños mamíferos, y ocasionalmente aves pequeñas y reptiles, atrapándolos con su pico largo y afilado, la mayor parte del tiempo quedándose quieta y dejando que la presa se acerque hasta poder alcanzarlas con el pico, que utiliza como arpón. A menudo esperará inmóvil a la presa, o caminará lentamente hacia ella. Es una especie común, normalmente fácil de ver.

Se reproduce en colonias en árboles cercanos a lagos de juncos o humedales. Forma el nido con palos pequeños secos entrelazados con juncos y totoras, y colocando generalmente entre 3 y 5 huevos de color celeste claro.



CASI SE EXTINGUE

Como ya se dijo, durante la temporada de anidación le crecen unos plumones en la parte posterior del cuerpo. Estos plumones son de apariencia suave y frágil. A fines del siglo XIX se tornó la moda el usarlos de adorno en los sombreros femeninos. La caza de estas aves aumentó. Como estas plumas sólo crecen durante la temporada de cría, en los nidos las atrapaban sin preocuparse por los pichones, que eventualmente también perecían. Estuvo muy cerca de extinguirse. Por suerte la moda cambió.

Foto de Lip Kee - Flickr



martes, 10 de enero de 2012

GUACAMAYO AZUL (Anodorhynchus glaucous)

EXTINTO?

Ejemplar disecado (Museo Smithsonian)
Otros nombres
Guambá hovíg o guaá-hovi (guaraní), guacamayo celeste, arará, arapachá, o araracá (guaraní), arará celeste, arará azul pequeño.

El género Anodorhynchus está formado por 4 especies, 2 de las cuales están ya extinguidas. De las dos supervivientes, una (el Anodorhynchus leari) se encuentra al borde de la extinción y la otra (el Anodorhynchus hyacinthinus) está gravemente amenazada . La paulatina desaparición de los integrantes de este género, conocido como el de los guacamayos azules entre ornitólogos y aficionados, constituye una experiencia ejemplar para estudiar las causas de la regresión de las poblaciones de aves en su hábitat natural ya que disponemos de una serie de datos lo suficientemente larga, puesto que estas especies fueron descritas y están siendo estudiadas ya desde el S.XVIII.

 De este modo, y teniendo a nuestro alcance el acceso a datos demográficos, económicos y la observación de campo a lo largo de casi 300 años, es posible construir una perspectiva realmente global sobre el impacto de la actividad humana en el medio natural

El Anodorhynchus glaucous
Conocido como guacamayo Azul o violáceo, probablemente se extinguió a principios del S.XX, aunque a lo largo de los últimos 100 años no se ha dejado de especular sobre su existencia. En 1992 el ornitólogo Tony Pittman realizó junto con su colega Joe Cuddy una larga expedición en busca del guacamayo azul en el Norte de Argentina, Paraguay y Sur de Brasil. Los testimonios que pudo entrevistar hablaban del tiempo de sus abuelos, en referencia a los últimos ejemplares observados en libertad. Así mismo, Cuddy pudo constatar la práctica desaparición del hábitat de esta especie, siendo el Parque Nacional de El Palmar, en las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones del Norte de Argentina el último reducto natural en el que podrían sobrevivir algunos ejemplares. Esta hipótesis venía avalada por la posibilidad de que uno de los ejemplares de hembra de Anodorhynchus leari que estaban en el programa brasileño de cría en cautividad no criara por ser, en realidad, una hembra de Anodorhynchus glaucous. Dada la cercanía genética entre ambas especies y su parecido físico no se trataba de algo descabellado y bien merecía la expedición. A pesar de todo, Pittman concluyó dando por extinguido al glaucous, coincidiendo con la opinión del redescubridor del Anodorhynchus leari, el profesor germano-brasileño Helmut Sick. Como aval de esta tesis cabe decir que el Anodorhynchus glaucous no ha podido ser observado vivo desde hace más de 100 años.

De extinta a en “peligro crítico”
Los constantes rumores sobre su existencia han forzado al CITES a descatalogar la especie como extinta e incluirla en la categoría de “en peligro crítico” dentro de su lista roja de 2000. Entiendo que la razón para este cambio de postura no deja de tener una lógica si consideramos lo que ha podido ocurrir con otras especies. La posibilidad, aunque sea remota, de que puedan subsistir algunos ejemplares en pequeños grupos, justifica plenamente la postura del CITES. ¿Cómo podría perseguirse, si no, el comercio de ejemplares de una especie oficialmente extinta?

Descripción                                                                                       Anodorhynchus glaucus (Guacamayo glauco)
Gracias a las pieles disecadas que se conservan en varios zoológicos y museos de historia natural de América y Europa podemos saber que el glaucous era (o sigue siendo) un pájaro de unos 70 cm, de un color azul verdoso y con un característico tono grisáceo sobre la cabeza y un tono algo verdoso sobre la cara.

Hábitat y extinción
Vivía en las enormes extensiones de palmeras yatay alimentándose de sus frutos como lo hace el Leari en las palmeras licuri, más al Norte. Esto es, en Paraguay, Sur de Brasil y Norte de Argentina en la región delimitada por los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay. Esta región fue, durante la segunda mitad del S.XIX, devastada por las guerras y la explotación intensiva del territorio. Como muestra basta decir que durante la guerra de la Triple Alianza que enfrentó a Paraguay con Argentina, Brasil y Uruguay (1864-1870) Murió el 90% de la población masculina de Paraguay. Hoy se hace difícil valorar las consecuencias medioambientales y humanas de semejante desastre demográfico pero no creo que haga falta insistir demasiado para imaginarse la terrible postguerra que vivió aquel país y las perennes consecuencias que de ella se iban a producir sobre el territorio. A finales del S.XIX, la navegabilidad de los citados ríos hizo posible la explotación agrícola y el desarrollo de la región aprovechando las salidas portuarias de Brasil, Uruguay y Argentina. Esto acabó por devastar las amplias regiones de bosque natural y de palmares, que fueron siendo substituidos paulatinamente por cultivos y bosques de pino y eucalipto importados. Esta práctica fue, además, incentivada por los gobiernos que subvencionaban a los propietarios forestales sin tener en cuenta el tipo de bosque que estos mantenían. Los propietarios, habiendo cobrado la subvención, substituían las especies autóctonas por los mentados pinos y eucaliptos, mucho más productivos a efectos de su explotación forestal que las originarias palmeras o la selva virgen. De este modo, podemos constatar como a principios del S.XX ya había desaparecido la práctica totalidad del hábitat del glaucous.

Algunos testimonios
Los testimonios aportados por Pittman son, en este sentido, muy reveladores. Son, en general, los ancianos de tal o cual pueblo que dicen haber visto el ave en los tiempos de su niñez y confirman que ya en aquel tiempo la regresión de las poblaciones era irreversible. Describen ejemplares solitarios, casi nunca parejas, que viven cerca de la población y en algunos casos sólo recuerdan ejemplares domésticos. Así, para encontrar descripciones más alentadoras nos tenemos que remontar a los trabajos del viajero D’Orbigny (Citado por Pittman) quien en el S.XIX dice haber visto un pájaro azul, que no puede ser otro más que el glaucous, que habitaba la región. Ahora bien, si lo que buscamos es un testimonio científico y una descripción detallada de las poblaciones de Anodorhynchus glaucous aún nos tenemos que remontar más atrás en el tiempo, hasta mediados del S.XVIII. Fue entonces cuando el naturalista José Sánchez Labrador, misionero jesuita y autor de los primeros estudios de historia natural de la región, constata haber visto muchísimas de estas aves en la orilla oriental del río Uruguay. Esto es lo que nos hace sospechar una extinción tan temprana y nos da pié a concluir con una necesaria reflexión. Conocemos el Anodorhynchus glaucous gracias al hecho de que fue un ave bastante corriente en la región y a que como la mayoría de los psitácidos es relativamente fácil de domesticar. De hecho, conocemos la especie porque fue domesticada y exportada a zoológicos y particulares de Europa, pero en lo que respecta a su estado natural e igual que ha pasado con el Anodorhynchus leari, todo son referencias antiguas, bruma y misterio. Pero a diferencia del leari, aun no ha sido descubierto su último reducto si es que aun existe.

Referencias generales: The Glaucous Macaw - Does it still exist? Tony PITTMAN. Publicado en Parrot Society Magazine, 1992

viernes, 6 de enero de 2012

BIGUÁ VIBORA (Anhinga anhinga)

http://campamento.foroactivo.com

Mide 90 cm
Es un ave solitaria que se reproduce en colonias dispersas durante todo el año, a veces en compañía de otras aves como las garzas o las garcetas; las parejas pueden mantener lazos de por vida. Tras el apareamiento, incuban unos cuatro huevos durante un mes en un nido construido en los árboles. Las crías finalizan el desarrollo del plumaje a las seis semanas pero permanecen con sus padres varias semanas más antes de abandonarlos.
Cuando nada, sumerge todo su cuerpo bajo el agua y deja sólo la cabeza y el cuello en la superficie; Su nombre alude a este aspecto. Aunque tambien se puede deber al largo y la forma del cuello.
Mientras el biguá común tiene el pico que termina en form de gancho, el biguá víbora posee un pico recto que usa para la caza a manera de arpón.


Curiosidades
El hallazgo de un antepasado gigante de los actuales biguá-víbora que habitan el litoral fluvial, nos cuenta su historia de hace aproximadamente 10 millones de años.
"Resulta particularmente interesante el hallazgo de restos fósiles pertenecientes a una especie de biguá víbora cuyo nombre científico es Macranhinga paranensis, que habitó las márgenes forestadas de aquel primitivo río Paraná".
 "Si tenemos en cuenta que el promedio de la masa corporal de una Anhinga viviente es de 1,6 kilos, y que aquel estimado para la especie fósil del período "mesopotamiense" ronda los 5,4, queda claro que esta última era un ave gigantesca".  
Fuente


  

Dibujo de Tickell en la Biblioteca de la Zoological Society. En Newton, A. 1893-1896. A dictionary of Birds.London.



"Sobre un poste, ritual, vive un mito:
La serpiente emplumada.
Hasta su agreste voz parece un grito
De deidad desterrada."
Pablo Miquet




jueves, 5 de enero de 2012

BIGUÁ COMÚN (Phalacrocorax olivaceus)

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Mide 63 cm
Ave de hábitos acuaticos, se la encuentra en practicamente cualquier espejo de agua.
El plumaje del adulto es negro brillante, con reflejos verdosos y azulados, los cuales se intensifican durante la época reproductiva.
Ponen dos o tres huevos de color entre celestes y blanquecinos, alargados, sobre un abultado nido hecho de ramas y palos. Los pichones son alimentados por ambos padres con peces que regurgitan.

Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Es un gran pescador y a diferencia de los gaviotines, martines peescadores y pelícanos obtiene sus piezas buceando y no lanzandose en picada desde el aire.

Luego de sumergirse debe secar sus alas, por lo que es comun verlo al sol con sus alas extendidas.
Vuela al ras del agua en forma recta y precisa, aveces tocandola con la punta de sus alas.

Foto de Mariano Costa - freebirds.com.ar 






Leyenda del Mbiguá
(guaraní)

“Cuentan que Mbiguá, hombre de atlética contextura física y Yerutí, una hermosa mujer, vivían juntos a orillas del río. La belleza de Yerutí tentó a Capivara (el carpincho), que esperó la oportunidad para raptarla. Cuando Mbiguá se enteró salió rápidamente a perseguir a Capivara al cual alcanzó y le dio muerte pero no encontró a su esposa. Desesperado se arrojó al río para buscarla y nunca más salió. Al mismo tiempo por aquellos lados se apareció un ave negra volando, de cuerpo estilizado que de tanto en tanto se zambullía al río. Consultado el sacerdote, éste explicó que era Mbiguá transformado en ave, que seguía incansablemente buscando a Yerutí”. (Adaptado de Palermo, 1983).




MACÁ GRANDE, HUALA (Podiceps major)

Miden 44 cm
Ave acuática de la familia de los somormujos, macaes, zampullines o zambullidores. Su nombre científico proviene del latín podic=rabadilla, eps→ped=pata y major=mayor (el mayor o más grande de los de patas en la rabadilla).
La denominación huala proviene de la lengua araucana (wala), onomatopeyica, intenta recordar su voz melancólica y profunda.
Foto de Gustavo (lu7frb) Flickr
Los mácaes pueden ser confundidos con patos, aunque se diferencian claramente por su pico cónico. Si se tiene la extraordinaria oportunidad de verlos caminar fuera del agua, se notará que lo hacen erguidos y que sus patas tienen cuatro dedos lobulados.
Su pico es largo y notablemente puntiagudo, y de color pardo negruzco. Sus ojos son rojo sangre. Su plumaje, dorsalmente, es pardo negruzco con brillo verde; ventralmente es blanco perla con los lados del pecho acanelados. Los laterales del cuerpo van del gris al pardo. La cabeza es gris, con copete y nuca negros, siendo tornasolada la nuca. Su cuello es largo, de un color castaño rojizo en los costados y por delante, y negruzco por detrás. Las alas son pardas con blanco en las secundarias y en algunas de las primarias. La cola es castaña rojiza. El plumaje no nupcial es más pálido, siendo la garganta y parte de la cara blancas, mientras que la corona y el cuello muestran una tonalidad grisácea.


Para nidificar eligen un sitio de aguas calmas y densa vegetación y allí construyen una plataforma flotante hecha de plantas acuáticas y amarrada a un soporte, donde ponen de tres a seis huevos blancos. A medida que se van incubando se van manchando de oscuro, porque cada vez que dejan el nido, los padres los cubren con vegetales que los van tiñendo.
Antes del mes nacen los pichones; a las pocas horas ya pueden nadar, aunque prefieren viajar sobre el lomo de sus padres.




HUALA 

Deidad que fue creada por el Shompalhue cuando en cierta ocasión robó a una niña de la tribu pehuenche para convertirla en su esposa.

Aprovechando sus poderes de encantamiento y para evitar su huída, le redujo su posibilidad de vuelo como también de marcha.

La Huala solamente emite un grito lastimero semejante a un quejido. Este mito encarnado en una ave de la familia de los colímbidos-Aech mophorus-major aplican ei nombre de Huala, vocabio quichua ingresado al mapuche.

Se trata del conocido macá cornudo de otros lugares que ostenta un gracioso copete eréctil. Los aborigenes de Araucania llaman pollolo y coiquito.
Es el conocido chumuco de Santiago del Estero y Tucumán que suele frecuentar la orilla de los ríos.

Este nombre cobra singular importancia en las leyendas originadas en el misterioso lago Budi de los chilenos.
Cuando los aborígenes escuchan el quejido del ave, dicen que es el llamado eterno de la niña robada a sus antepasados para que deshagan el encantamiento.


 Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA
 http://www.naya.org.ar



INAMBÚ, MARTINETA O PERDÍZ (Flia. Tinamidae)

Perdiz chica común (Nothura maculosa)
Cuando los españoles llegaron a América encontraron un grupo de aves que denominaron perdices por su semejanza con las homónimas de Europa. Sin embargo su semejanza es solo superficial, ya que no están emparentadas, y poseen costumbres diferentes. Las perdices americanas, mejor llamadas “inambúes”- nombre dado por los Guaraníes- son aves caminadoras, lejanamente emparentadas con el ñandú.


Así el orden Tinamiformes, conocido vulgarmente como tinamúes se encuentra distribuido desde México hasta la Patagonia con varios géneros.

Raramente vuelan (solo cuando están en peligro), y lo hacen en vuelo bajo y corto. Se alimentan de hierbas, semillas e insectos. La mayoría habita tierras bajas de América, preferentemente bosques y montes, aunque algunas especies se hallan en pastizales. Son difíciles de ver, y se las suele encontrar a orillas de montes y caminos, siendo común escuchar su canto al amanecer o al atardecer y después de la lluvia.

Ponen huevos de colores variados y cascara dura como porcelana, los cuales son incubados por el macho.


El siguiente cuadro, basado en Bertelli & Porzecanski (2004), muestra las relaciones entre los distintos géneros de tinámidos:




 INAMBÚES


Copetona, martineta del quebracho o martineta chaqueña
(Eudromia formosa)
De aproximadamente 39 cm de alto. La parte superior del cuerpo presenta un color marrón grisáceo-negruzca con unos pequeños puntos blancos dispersos. Su parte inferior del cuerpo es en cambio de color pálido casi blanquecino.
Su cabeza tiene una cresta negra, siendo su cuello largo, delgado y recto. Tiene una banda oscura detrás de los ojos, es bordeado por encima y por debajo de rayas blancas.

Colorada o martineta de alas coloradas
(Rhynchotus rufescens)
Es una especie que mide 44 cm, postura encorvada, cabeza negra, con las primarias de las alas rojas. Con un peso promedio de 803 gr en machos y 886 gr en hembras, en especies capturadas en estado silvestre. El macho posee organo copulador (pene). Cuando el animal se siente bajo amenaza, en la parte superior de la cabeza eriza sus plumas, caracteristica por la cual también se la conoce como Falsa Copetona. Los huevos son un poco mas chicos que el de la gallina, y son de color marron oscuro y son muy brillantes.

Montaráz o tinamo de la hierba 
(Nothoprocta cinerascens)
 Tiene aproximadamente 31.5 cm. de alto y pesa 540 gr.
Sus partes superiores son gris oliva a marrón con negro y prominente rayado con blanco. Su corona es de color negro, los lados de su cabeza y su garganta son de color blanco, su garganta es negro, su pecho es gris con manchas blancas, y su vientre es blanquecino. Sus patas son de color gris oscuro. La hembra es más grande y más oscura

Perdíz chica, común, inambú (guaraní), yuto (quechua)
(Nothura maculosa)
Mide entre 24-26 cm de longitud y pesa de 162-303 g (macho) y 164-340 g (hembra). Coloración muy variable, con la parte superior más oscura. La coloración principal es parda ocrácea con manchas negras a lo que alude su nombre específico (maculosa, "manchada"). El nido lo hace en una depresión en el suelo, debajo de matas de pasto, pone de 4 a 6 huevos de coloración marrón al vinaceo.

Tataupá listado o tinamú ondulado 
(Crypturellus undulatus)
Crypturellus está formado por tres palabras pertenecientes al griego o al latin. Kruptos significa oculto o escondido, Oura seria cola y Ellus diminuto o pequeño. Por lo tanto Crypturellus significaria pequeña cola escondida. Es un pájaro tímido y reservado. Mide aproximadamente 30 cm de longitud.







Fragmento de "Mancuello y la perdíz"
(Cuento paraguayo)
  • El cielo se descompuso desde la siesta, pero ya menguaba la tarde y aún no quería llover.
  • Tranquilo y minucioso, el hombre en el patio sujetó firmemente, con tres prensillas (1), la argolla de metal blanco al poste de urunde’ymí lampino (2) que estaba enclavado en ese lugar quién sabe desde cuándo. Después se sentó en la banqueta que habría conseguido en el galpón (3), y se puso a costurear (4) sus riendas.
  • De pie en el último escalón de la corta escalera que subía del patio, y recostado en uno de los gruesos pilares del corredor, el niño callado miraba desde lo alto. Frente a él, a menos de un kilómetro, la extensa ceja oscura de la selva (5) definía el Norte.
  • Concentrado, el peón cosía los tientos superpuestos con una enorme aguja corva que casi era una alesna. La costura avanzaba, faenosa pero eficaz. En primer término forzaba un agujero desde el revés de una de las tiras, rotando el puño; seguidamente traía hacia sí la aguja y reproducía la operación, esta vez del derecho y un poco más abajo; añudaba (7) luego con destreza los ojalillos de liña (8), y concluía uniendo en definitiva los cueros con un seco tirón.
  • Mientras el niño observaba el trabajo, el agobio del calor prensaba la sangre. No había un soplo de viento; no se escuchaba un solo batir de alas, ni la caída de una mínima hoja, ni el ruido de pasos en el incierto interior de la casa; del monte lejano y la suelta llanura no llegaba el más tenue sonido animal o cristiano. Sustentado en el tremendo silencio, el amenazo (9) dispensaba al crepúsculo un aire recogido y sin embargo ansioso, como si el universo temiera y deseara a un propio tiempo la tormenta.
  • Ahora una cargazón de nubes andrajosas, empujándose las unas a las otras, colmaba rápido el Oeste. Sofocado, el muchacho husmeó levantando la quijada, como un torito sediento.
  • -Va a llover -su voz apenas desgajó el silencio-. Va a llover - reiteró, pero la afirmación ya era también una pregunta.
  • -Hace demasiado que dura esta seca (10), y a según (11) dicen los indios, cuanto más se alarga más cerca está la lluvia -murmuró el hombre sin apañar los ojos de su labor-. Ha de llover, cómo no -agregó fuerte, mientras señalaba un trozo de horizonte sajado de incesantes relámpagos:
  • -Poniente nunca miente.
  • -¿Nunca? -Parecía que iba a oscurecer. El niño miro a su turno el repetido, lívido esplendor, y sólo en ese instante se extrañó que no se oyeran los truenos.
  • -Así se dice-manifestó vagamente el arriero, y como si le hubiera acertado el pensamiento añadió-: Los rayos están cayendo del otro lado. Puede que ya llueva allá, pero es mucha la distancia como para que se sienta tronar; vamos a escuchar el sunú solamente cuando este nubarrón pase sobre nuestras cabezas. Y por cierto, aquéllos son resplandores-machos; si fueran resplandores-hembras, no hubiésemos divisado las chispas que encienden los cielos; por eso, segurísimo lloverá. -Al igual que todos los hombres que el niño había conocido, éste era parco de ademanes, pero las veces que accionaba sus manos tapaban la vista del patio: tan grandes eran.
  • Al callar el hombre principiaron los silbidos. Hincando el angustiado aire inmóvil, partió el primer silbo desde algún sitio imprecisable en la larga orilla verdinegra del monte; después de una pausa, tornó a transgredir la tarde otro silbido, enseguida otro, y otro más.
  • En realidad, se trataba de un son de cinco tonos: el segundo y el final agudos, el inicial y el cuarto bajos y el tercero apagado, en sordina.
  • -¿Qué es eso, che patrón? -el chico advirtió la inflexión divertida y astuta, como si el hombre se propusiera, en una especie de examen improvisado, informal, requerirle cuánto sabía acerca del motivo de las cosas.
  • Con seriedad, el niño admitió el tácito juego.
  • -Una perdiz -respondió-, seguramente.
  • -Eso era. ¿Y qué clase de perdiz? -en la luz que ya mezquinaba, el niño creyó notar que el otro había sonreído sin despegar los labios.
  • -La perdiz -el niño titubeó- kogoé.
  • -¡Eso es, muy bien! -aprobó el peón-. La ynambú kogoé. Ahora siguió-. ¿Qué quiere decir el silbido de esa ave? -y, con suavidad, silbó exactamente lo mismo que la perdiz. Tal un eco al momento, el silbo se escuchó de nuevo, tan penetrante que parecía salir de algún rincón del patio.
  • El muchachito, asombrado, escudriñó ante sí mientras el hombre explicaba:-Nos parece nomás (12) cerca, pero siempre es allá en la costa del monte, ¿Y después? -insistió.
  • El niño pensó antes de replicar. Tenía siete para ocho años y ya los grandes árboles de las isleñas y cada matita azul en la llanura, la media-noche y la madrugada de las bestias y los pájaros, el agua detenida de los bañados y el ímpetu de la correntada, las mágicas siestas, el palmar altanero y el motor inmemorial de los vientos le habían enseñado libremente sus rezumos secretos y la salvaje vastedad de sus sorpresas. Era pequeño aún y lo sabía, pero asimismo estaba seguro de su baqueanía (13) de conocer tanto el campo limpio como el monte endiablado.
  • Recordó además que, en alguna ocasión, su madre le iluminó el sentido de un silbo similar. También Don Espíndola (14), un viejo domador que trabajó en el establecimiento durante la marcación (15) anterior y era un karaí de lo más sabio, le había informado sobre la significación de un silbido semejante.
  • Pero no dijo nada de todo esto. Con convicción, se redujo a contestar:
  • -«A-quiés-ta-mos-dos.»
  • -No, no; ahí erraste, patroncito -repuso el hombre. Era patente su decepción-. «Mo-kôi-ko-roi-mé», «mo-kôi-ko-roi-mé» -repitió en falsete el silabeo del niño-. Eso no dice la perdiz kogoé -corrigió, moviendo la cabeza-. Así dice la perdiz tataupá-. El hombre no habló más.
  • .
  • Continuaba con su ocupación. Reajustó uno de los corredores de lonja en torno al arranque de las riendas, junto al aro metálico; dio todavía unas cuantas puntadas concienzudas y al fin afirmó reposadamente:
  • -No vale que se equivoque, che patrón’í. «A-quiés-ta-mos-dos» es el dicho de la ynambú tataupá, que es de laya muy otra de la ynambú kogoé; para empezar, la tataupá anda por el monte cerrado y recorre hacia esos barreros más escondidos, mientras tanto que la kogoé nunca entra donde están las matas-de-árboles-cimientos. Pero tampoco se deja ver en el campo abierto; vive siempre en el labio de la selva, entre el karaguataty jeré tupido: allí escarba y come y se acuesta y silba y moja el pico (sin beber jamás) en la lluvia reunida en el cuenco de la roseta del así llamado caraguatá-de-agua, y también caraguatá-alesna por la tamaña espina que le sale en la punta de cada una de sus hojas, igual luego a esta aguja que estoy usando. Por su lado, la tataupá (que por algo se le califica de perdiz lecho-del-fuego) es más linda que la perdiz kogoé. Y más chica también-acabó.
  • Volvió a sonar el silbato silvestre, muy al norte. Pareció entonces que las cinco notas fuesen la convocatoria de un encantamiento: una muchedumbre de susurros y fragores irrumpió en el atardecer, pero no con una algarabía insensata sino al contrario, componiendo un acorde que en cierto modo era un contrapunto, cuya clave cabía interpretar. Al inicio fue, desvalido, un ternerito en el corral, y de inmediato el grave mugir de la madre desde el piquete cercano; después, un grito subido de mujer llamando a alguien en las casas de la peonada, y en seguida el llanto inútil de una criatura, hacia la cocina; luego, del lado de una de las isletas al sur, el plañido de un zorro de-manos-chatas, al que retrucó el airado guahú de uno de los perros (probablemente Etcétera), ahora descendía de una de las ovenias, al costado de la casa, la canción lamentable de un casal (16) de piriritas, y al segundo el agrio, agudo plagueo de una bandada de cotorras centroamarillas rezagada que, asistida por el viento de arriba, enderezaba de prisa a su dormidero, en tanto que las primeras rachas comprimían levemente las copas del naranjal que limitaba el casco de la estancia al oeste y alabeaban (17) el maciegal hasta sus confines, mientras diminutas tolvaneras (18), multiplicándose en las arenas del patio, se erguían y consumían en el acto.
  • Ya se disponía a refrescar. Ahí el niño supo descubrir que los animales y los humanos,
  • las plantas y la tierra, aceptaban naturalmente la tormenta y suspiró, porque su pecho iba recibiendo una mixtura de alivio y comprensión.
  • -Sí señor, así es -prosiguió el hombre, con la misma lentitud-Resultase que la perdiz tataupá es el alimento preferido del jaguar, tal como a ustedes los chicos les gusta lo dulce, o a nosotros arrieros el aperitar (19). Dicen que si el tigre, mientras está pescando en el monte para saltar por alguna su carnada, olfatea por casualidad a la tataupá o escucha que se va acercando, deja pasar por su lado sin hacerle caso al jabalí mandíbula-blanca, al tapir, al venadito-de-cuello-negro, al tamanduá pequeño, al pecarí con-dientes-que-laten, a ese gran chancho (20) del monte nombrado taguá y hasta al venado colorado, porque se encapricha y sólo la tataupá quiere para su almuerzo. Otras veces, estando ya por morir de hambre, el jaguareté desprecia un toruno gordo o una de esas tropadas (21) de vaquillonas (22) tontas que se rejuntan de balde por el campo, la que no le sería ni un poco difícil de agarrar (ya que se le puede arrimar haciendo escándalo o inclusive a favor del viento), para pasarse los tiempos siguiendo el carril de la ynambú tataupá: es que le gusta demasiado la carne de ese bicho. Y qué le vamos a hacer -reflexionó-. Dios hizo al tigre de esa condición, y así tiene que morir.
  • -Por eso, patrón’í -finalizó-, apenas la perdiz tataupá siente al jaguareté se desespera y silba como último recurso «mo-kôi-ko-roi-mé»; entonces el otro cree que están entre dos y huye. Porque el jaguar, che compañero, en contadas ocasiones ataca de frente; únicamente cuando está cebado de indios, o cuando va herido, o cuando tiene cría chica, o cuando le persiguen perros tigreros y se esconde en un javorái, para poder atropellarles de golpe desde el mismo matorral, y también cuando sopla Norte, y por tanto está de malhumor y le duelen los huesos.
  • Pero fuera de estas oportunidades, siempre por detrás, con deslealdad (23). De allí es que tiene el temor que a él le sorprendan igualmente por la espalda; entonces, suponiendo que son dos sus enemigos, calcula que mientras le llega todo al primero, el segundo se le va a encaramar por su lomo. Y como es de corazón-algodonoso, más que mete la cola en las entrepiernas y dispara, se va.
  • En aquel momento comenzó a tronar sorda y despaciosamente, lo mismo que si el sonido borbotease de una hondura de la tierra. A lo lejos, regresó el silbido.
  • Pero el cóncavo retumbo no cejaba más, como si tronara desde siempre. Simultáneamente, los silbos se sucedían con igual persistencia por encima del tormentoso rumor, unos remotos, otros cercanos. Y por la primera vez, el niño discernió en esos silbidos un sigiloso y, no obstante, nítido horror, como si la avecilla fuese la única criatura en el mundo que rehusara la inminencia de la tempestad.
  • -Y sí pues: tiene miedo demás del amenazo -confirmó el otro alegremente, y el niño ya no se admiró de que le adivinasen de nuevo lo que pensaba. Pero en ese instante el arriero terminaba algo que había estado diciendo:
  • -...así que no va a llover hasta dentro de media hora, y tampoco puedo costurear bien con la luz escasa de manera que, si gusta, le voy a contar qué quiere decir la perdiz kogoé con sus silbidos y de dónde brota su pavor. Y si le llama su mamita o su taita (24), dejamos nomás para otro día, patrón.
  • -Listo -dijo simplemente el chico, y se sentó en el último peldaño.
  • Caía el veloz anochecer, perseveraba el ininterrumpido retronar y, como siempre ocurre, la lluvia próxima era precedida por su compacto perfume elemental. El hombre se acomodó con dificultad en el asiento estrecho, en dirección a su oyente, y con acento que ganaba el sununú empezó la relación. A pesar de la sombra crecida, el niño distinguía aún el moreno rostro cenceño y el brillo agradable de la sonrisa.


(1) Prensillas: Presillas. Vulgarismo del español paraguayo.
(2) Lampino: Lampiño. Español paraguayo.
(3) Galpón: Cobertizo grande con paredes o sin ellas para preservarse de la intemperie o para guardar herramientas, aperos y utensilios diversos.
(4) Costurear. Coser. Esta forma es frecuente en Paraguay, Argentina, Centroamérica, Chile y México.
(5) Ceja oscura de la selva: Locución del español paraguayo con que se designa al borde del bosque visto desde la distancia. Se usa también en Bolivia y Argentina.
(6) Alesna: Forma arcaica de lezna, instrumento que se compone de un hierrecillo con punta muy fina y un mango de madera, que usan los zapateros y otros artesanos para agujerear, coser y pespuntar.
(7) Añudar: Uso vulgar arcaico de anudar.
(8) Liña: cordel. Uno de los significados de la palabra latina línea era hilo de lino, del que procede el significado original del término, hebra de lino. Es un arcaísmo que pervive en el español paraguayo.
(9) Amenazo: Arcaísmo (amenaza en género masculino) que en el español paraguayo sigue usándose para designar los momentos previos al estallido de una tormenta.
(10) Seca: Sequía.
(11) A según: En el español paraguayo coloquial es frecuente encontrar dos preposiciones en un sintagma. Generalmente, la primera es suprimible mientras que la segunda es la de valor gramatical. En la obra aparecen bastantes formas de este tipo.
(12) Nomás: Sólo o además en la mayor parte de los países hispanoamericanos.
(13) Baqueanía: Neologismo popular derivado de baqueano, guía, conductor en los caminos a campo a través y por la espesura de los montes. Baqueanía es, por tanto, condición de baqueano.
(14) Espíndola: Forma arcaica del apellido Espinóla. En catalán se conserva la combinación consonántica nd en palabras como píndola, que significa píldora.
(15) Marcación: Americanismo. Operación de marcar el ganado en las haciendas con la marca de hierro al rojo vivo.
(16) Casal: En los países del Cono Sur, pareja de macho y hembra.
(17) Alabeaban: Curvaban.
(18) Tolvaneras: Remolinos de polvo.
(19) Aperitar. En castellano paraguayo tomar el aperitivo, y por extensión, ingerir bebidas alcohólicas a cualquier hora.
(20) Chancho: Cerdo, en América Latina.
(21) Tropadas: Grupo de numerosos animales vacunos en español paraguayo. Esta voz tiene connotación despectiva como la acepción figurada de “rebaño”
(22) Vaquillonas: Vaquillas de más de dos años, aptas ya para servicio.
(23) Deslealdad: Forma arcaica de deslealtad, que subsiste en el español paraguayo.
(24) Taitá: Papá, padre. Hispanismo que se usa comúnmente en guaraní. Tiene un tratamiento de respeto al padre en toda Sudaméric.



ÑANDÚ, SURI, EMA (Rhea americana)



Mide 1,50 m

La palabra Ñandú es de origen guaraní quiere decir araña, probablemente porque cuando abre las alas parece una araña en su tela, cuando se veía una araña se le decía ñandú, cuando se veía al ave se le decía “ñandú guazú“, araña grande. Otros nombres muy generalizados con que se le conoce son el quechua, "suri" (o "surí") y el mapudungun o araucano, "choique" (choik'e, castellanizado "cheuque"), denominación que en lo real parece provenir de los patagones.

Es el ave más grande de América, dividiéndose en cinco subespecies.

Posee un pico ancho y fuerte, cabeza pequeña y cuello largo cubierto de plumas. El cuerpo es de plumaje gris cenizo en el dorso y de vientre blanco. Las patas son grises (posee tarsos sin plumas) con tres dedos hacia delante y fuertes uñas.
Macho: Posee una collar negro en la base cuello y pecho negro.
Hembra: Color gris pálido, sin negro y más chica.

Muestran un comportamiento gregario, formando grupos de 2 hasta 50 individuos. Al comienzo de la estación de cría se produce la fragmentación de los grupos invernales cuando un macho dominante monopoliza y defiende, mediante la exclusión de otros machos, un grupo de 2 a 8 hembras. Luego estas hembras pondrán entre 20 y 30 huevos (elípticos, 16 x 9 cm, 650 gr. de color crema o amarillento que se aclaran con el tiempo) en un solo nido colonial, que no es más que una depresión en el suelo. La incubación comienza a los pocos días de haber sido puesto el primer huevo y se extiende por 36-37 días. A pesar de las diferencias temporales que existen en la puesta de huevos, la eclosión de éstos es sincrónica (Bruning 1974). A partir de aquí el macho se encargará de la incubación y crianza de los pichones también llamados “charitos o charabones”. Después de finalizada la puesta, las hembras se unirían a otros machos poniendo mas huevos (Muñiz 1885, Astley 1907, van Heyst 1950, Bruning 1974, Martella et al. 1994).




Los pichones nacen con una coloración críptica, de rayas oscuras a lo largo de la columna, con fondo amarronado oscuro.

Alrededor de los tres meses, cuando mudan adquieren un color gris uniforme, con leve tono plomizo.
 
Desde poco antes de nacer emiten sonidos, cuando son charitos emiten un silbido de baja frecuencia para mantenerse en contacto, luego realizan sonidos graves, silbidos y bramidos, en la época de celo.
Estas enormes aves no vuelan, se adaptaron especialmente para correr, llegando hasta los 80 km por hora. Usan las alas para cambiar de dirección rápidamente mientras corren.


Curiosidades: carecen de músculos pectorales (pechuga), quilla y de buche. Crías nacen con plumas rígidas semejantes a pelos, de color rayado. Las plumas son más flexibles y de mejor calidad para hacer plumeros que las del avestruz africano. También el cuero es mucho más delgado y flexible lo que permite la confección de prendas de vestir de buena calidad.




EL ÑANDÚ
(leyenda mocoví)
Este cuento integra una colección de libros editados por el Ministerio de Educación a través del Proyecto “Santa Fa lee y crece” y está incluido en el libro Leyendas argentinas, de Editorial Norma.


  • ¡Ahí va el joven indio Nemec! ¡Ahí va el ñandú!
  • Nemec va escondido, el ñandú va a carrera abierta.
  • Nemec lo persigue, siempre a distancia, una distancia que no puede acortar.
  • Hace tanto que Nemec persigue al ñandú que ya no desea alcanzarlo.
  • El cazador admira a su presa.
  • Admira su rapidez, la gracia para correr, sus fabulosas plumas.
  • Sus lamentablemente fabulosas plumas… Porque por ellas lo persigue Nemec.
  • El jefe de la tribu las necesita para renovar su tocado.
  • Cuanto más bellas plumas de ñandú tenga en el tocado, más demostrará el jefe su poder.
  • Y con esa misión ha enviado el jefe a Nemec. Conseguir plumas de ñandú para un tocado nuevo
  • Ahora están la presa y el cazador viviendo el drama. Uno delante del otro, corriendo bajo la noche con más estrellas que haya conocido el mundo en toda su historia.
  • O por lo menos eso piensa Nemec.
  • Pero él no puede distraerse contemplando cada estrella, como hace cuando está en la tribu.
  • En las noches de la tribu, él bautiza las estrellas con nombres inventados.
  • En el cielo de la tribu, él puede unir una estrella con otra y descubrir qué animal se dibuja con ellas como vértices.
  • En la hora de sueño de la tribu, él puede bostezar bajo las estrellas y abrir grande la boca como para tragarse alguna, haciendo reír a su hermano más chico.
  • Pero ahora la tribu está lejos, los que están cercanos son sus recuerdos.
  • Lejanas y cercanas estrellas. Lejana y cercana tribu. Lejano y cercano ñandú que corre delante de Nemec, bajo el cielo de estrellas.
  • Nemec piensa que nunca va a alcanzar a ese ñandú, por lo tanto nunca va a regresar a su tribu.
  • Él tiene la fama de cazador y su orgullo. No puede regresar con las manos vacías.
  • Esa noche estrellada va a durar para siempre —piensa Nemec—. Con el ñandú y él corriendo como parte del paisaje.
  • Nemec siente un gran agotamiento, corre más lento y se asombra de que la distancia entre él y su presa no se haga más ancha.
  • En verdad, la distancia entre ambos se está acortando.
  • Nemec comprende que llegó el final. El ñandú también está cansado.
  • El joven indio prepara su arma sin convencerse de que, en unos instantes, esa carrera que duró un tiempo sin tiempo, concluya cruelmente.
  • Pero el ñandú hace su último gesto de maravilla. Levanta vuelo.
  • El milagro persiste. Aunque no es su naturaleza surcar las alturas, el ñandú asciende, con facilidad, hacia lo más alto, se remonta hasta el firmamento, y se mezcla con las estrellas.
  • Nemec sigue corriendo y alza sus brazos como para elevarse también.
  • Nada sucede.
  • Excepto que en el cielo hay una constelación nueva.
  • Nemec no sabe que cuando regrese a su tribu, su fama resplandecerá. Ni siquiera lo imagina mientras marcha derrotado pero a la vez con alivio
  • En la tribu dirán que el único modo en que una presa pueda escaparse de semejante cazador es desaparecer en el cielo, porque en la tierra, Nemec no da tregua a nadie.
  • Y gracias a él, contarán sus nietos y los nietos de sus nietos, ahora existe la Cruz del Sur.
  • La Cruz del Sur es ese ñandú inalcanzable que perseguimos todos lo que vivimos bajo su luz.
  • Una luz tan lejana como las estrellas y tan cercana como el cielo de nuestra casa.


Texto © 2005 Graciela Repún. Dibujo © 2005 Rodrigo Folgueira.
Permitida la reproducción no comercial, para uso personal y/o fines educativos.
Prohibida la reproducción para otros fines sin consentimiento escrito de los autores. Prohibida la venta.
Publicado y distribuido en forma gratuita por Imaginaria y EducaRed:
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